miércoles, 29 de marzo de 2017

me respondí.

Cuando llegué estaba como siempre, sentada en el sofá, dándole una calada al cigarro. Apenas levantó la mirada al verme, sonrió y me saludó con un suave "hola".
Le dio otra calada a su cigarro.
No hablé, me senté y me quedé esperando, sin esperar nada.
Respiraba profundamente.
-¿Sabes?-me dijo cortando el silencio. Yo seguía con mis ojos clavados en ella, y ella seguía mirando su cigarro-  Cada uno tenemos nuestro pasado y…supongo que cada uno tenemos nuestras inseguridades, nuestras propias debilidades…-respiró hondo y se encendió otro.
Soltó el humo tranquilamente y siguió tras un leve suspiro.
-Somos todos tan diferentes que parece mentira que lo único que nos una sea el dolor. Que lo que más nos preocupa no es que nos conozcan, sino conocernos, y sabiendo eso, hacernos ver a los demás. ¿Por qué cada palabra buena que escuchas te recuerda treinta malas? Y lo más increíble no es que alguien llegue a odiarnos, odiar es fácil. Lo increíble es que no concebimos que alguien pueda llegar a querernos.
Que lo más importante para mí no es más que el que no derriben  mis muros. Apenas puedo imaginar que alguien los salte, menos aún que me quieran teniéndolos bien altos… A veces pienso que estoy destinada a estar en mi propia jaula, con este invierno que llevo dentro…

No dije nada, la miré y sonreí. Se que lo decía en voz alta por y para ella, aún así respondí.
-¿Sabes?-hice una pausa- Hay que tener el corazón muy abierto para tener que poner muros tan altos.

Esta vez si me miró.





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